Autor: Carlos Sisí
Saga: Los Caminantes #4
Año: 2014
Editorial: Minotauro
Nº de páginas: 544 págs.
Género: Terror, Horror, Gore, Zombi
ISBN: 9788445002179
Sinopsis
La vacuna Esperantum ha hecho posible la creación del Nuevo Mundo en las calles de Barcelona. Los supervivientes se han organizado para recuperar parte de la ciudad y pasan sus días limpiando las calles de zombis. Pero este delicado equilibrio se verá seriamente amenazado cuando la vacuna empiece a perder efecto y las personas a las que se les ha administrado comiencen a ver a sus compañeros como una amenaza.
Opinión (¡Alerta spoilers!)
Estamos ante la cuarta entrega de esta saga, como os comenté en la reseña de Hades Nebula, esa tercera entrega cerraba, lo que en principio era, una trilogía. No fue hasta 2014 que se publicó el siguiente libro:Los caminantes Aeternum. Y esto fue gracias a los lectores, cito textualmente a Carlos Sisi:
AETERNUM continúa la saga de “Los Caminantes” donde se quedó tras el tercer capítulo, Hades Nebula. Decidí escribirla por petición popular: Los fans de la trilogía querían saber más sobre los héroes de Carranque y sus tribulaciones, y asienta las bases de una segunda trilogía donde se explora el fenómeno zombi de una manera (creo) bastante innovadora.
Extraído de la web loscaminantes.net
Llamativa la repercusión que podemos llegar a tener los lectores en una novela. 🙂
La verdad, después de terminar el tercer libro, quedaron muchos interrogantes sin respuesta, y aunque hay tramas que finalizaban, otras no. Así que es estupendo que el autor haya decidido continuar la saga, por petición popular.
Esto es curioso porque nos encontramos con la novela más cruda y escatológica que he leído hasta la fecha. Algunas descripciones son absolutamente horribles y desagradables, el autor no escatima en detalles y da la sensación de que quiere decir a los fans ¿Queréis zombis? ¿Queréis más horror? Pues tranquilos que aquí lo encontraréis.
De inmediato, la luz y el aire frío de la calle inundaron la estancia. Frío, pero en absoluto fresco. Siempre olía mal. Siempre. Desde que los muertos habían hecho suyas las calles, una pestilencia inmunda lo impregnaba todo, y ese tufo omnipresente y rancio penetró con presteza en la estancia, cambiando el aire del encierro y las miserias humanas por el tufo desagradable de la muerte.
Nos topamos de nuevo con el punto fuerte de esta saga, la psicología de los personajes y vemos como esta se desarrolla en un Nuevo Mundo en un intento por recuperar la sociedad después de la Pandemia. Mezcla perfectamente las historias personales con la tragedia que rodea esta nueva etapa después de una gran tragedia. Plantea nuevas tramas entorno a la reconstrucción social de un grupo de supervivientes, ahí hay todo un filón en cuanto a seguir unas normas comunitarias o decidir ser insurrecto y continuar un camino en solitario, o con otro tipo de normas de dudosa finalidad, como las de un grupo paramilitar que entra en escena. Como en las anteriores entregas nos vemos inmersos en situaciones de toma de decisiones con gran carga moral y ética, que te ayudar a empatizar (o no) con los personajes y sus decisiones. La eterna pregunta del ¿Qué haría yo en esa situación? flota en el aire a lo largo de toda la lectura.
El Nuevo Mundo no había nacido de la noche a la mañana; de hecho, su parto durísimo y lento seguía ocurriendo cada día.
La trama principal de la vacuna Esperantum que permite convivir con los zombis porqué da inmunidad creo que está bien desarrollada, el hecho de que esa milagrosa vacuna empezara a fallar es una buena resolución. En un Nuevo Mundo existe la posibilidad de que esa primera vacuna no sea una salvación permanente ya que en un mundo postapocalíptico todo se hace a ciegas, no hay ensayos previos y no hay tiempo que perder. Si algo funciona, se usa, los efectos secundarios o la pérdida de efectividad de la vacuna son consecuencias a la que se tienen que enfrentar en esta entrega.
¡Y qué consecuencias! En el libro, las personas vacunadas empiezan a «zombificarse» sin necesidad de pasar por un ataque zombi previo, y sus emociones quedan suprimidas por una sola: odio. Odio hacia la vida que pueden sentir a su alrededor, como el latido del corazón, y la necesidad primitiva e imperiosa de acabar con ella. Se califican como alimañas: superzombies coléricos despiadados y semiinteligentes porque en el proceso, aún tienen reflejos cognitivos de pensamiento. Realmente me parece un buen giro de tuerca, además la muerte a manos de estos zombis hace que vuelvas a la vida como uno de esos coléricos, nada de zombi estúpido. Los pasajes dedicados a esa transformación me pusieron la piel de gallina. De 10.
Aunque también existen otras posibilidades, básicamente si eras un vacunado con Esperantum y morías (sin intervención zombi), cabía la posibilidad de volver a la vida como Lambert. Ojos blancos de zombi y sin ninguna necesidad fisiológica. Muerto en vida literalmente. Y con la bonificación de ser invisible a los zombis. Lo que en algún punto del relato lleva a una barra libre de muertes consentidas.
-Porque…Bueno, por dos motivos. Uno es que a los Lamberts no los afecta esa locura que parece estar contagiando a todo el mundo. El otro es que parece que los zombis siguen sin ver a los Lamberts, pero ni siquiera estoy seguro de eso. -Pensó unos instantes antes de continuar: -Imagino que Edgardo estaba sintiendo eso en su interior y se vio obligado a ellos. Todos lo habéis notado, ¿no?.
Primero tengo un conflicto con el nombre ¿Lambert? por el actor Christopher Lambert en Los inmortales? Supongo que será gusto del autor pero a mi realmente nunca me gustó este actor así difícilmente me iba a gustar que adoptara el apellido para denominar esta nueva categoría de súperhumanos 😛 y el otro problema es, precisamente, esta nueva condición de súperhombres. Lo que ha caracterizado esta saga es la humanidad frente al horror. Cómo los personajes han ido superando, sobreviviendo y muriendo en el camino porque eran humanos, y por ende frágiles ante la monstruosidad de una Pandemia Zombie. Han tenido que batallar mucho y muy duro para llegar al Esperantum y de golpe todo eso queda suprimido de un plumazo. Creo que, con esta nueva «evolución» se acaba gran parte de la psicología humana, característica esencial en esta saga. Por ejemplo, solo hay que ver a Murokai, un ser místico que pasa absolutamente de todas las banalidades humanas, como por ejemplo, llevar ropa y tiene un discurso dogmático sobre El Camino. No tienen necesidad de comer, dormir, no se cansan nunca y solo pueden morir si la cabeza es dañada. Son Aeternum. Sí que todavía hay reflejos humanos, como la compasión, la empatía, la sociabilidad, pero hasta qué punto explotará esto el autor? Supongo que lo descubriré en la siguiente entrega.
-Sí. Nosotros…nosotros somos cosas muertas, Dozer. No somos el futuro. Somos una sombra del pasado. Ni siquiera podemos engendrar nueva vida. No podemos. Estamos condenados a ser lo que somos, sin descendencia, sin continuidad. ¿Qué futuro somos, para el planeta?Ninguno. Somos eternos, pero eventualmente iremos desapareciendo. Algunos sufriremos un accidente. Otros se aburrirán y terminarán con su existencia tarde o temprano. El concepto de eternidad es muy duro, Dozer. No creo que nuestra mente humana esté preparada para aceptar algo así.
Podía aceptar esta condición en uno o dos personas (todos sabemos cuáles) pero ¿ un grupo completo de personajes iniciales? ¿Como un «Escuadrón de la Vida»? No me convence, y en parte puede ser porque ya no pueda empatizar tanto con ellos (Yo aún necesito comer y dormir 😛 ) Aunque debo añadir que la resolución que propone Aranda me parece muy buena, buscar a supervivientes sin vacunar y ayudarlos. Porque es en ellos dónde reside la humanidad, no en esta nueva condición eterna. En este aspecto tengo intriga en ver como se desarrolla todo.
Otro fallo que encuentro en el libro es la atemporalidad. Se habla de tiempo pero no se concreta si año, meses, semanas… puedes hacerte una idea, por ejemplo, la creación de ese Nuevo Mundo con sus normas sociales, la resolución de problemas en la convivencia, o los planes de actuación para avituallarse llevan un tiempo prolongado ¿Cuánto? Ni idea. O al menos que yo recuerde, no se especifica en ninguna parte, tampoco el año en que todo está pasando, supongo que esto es para no encasillar la historia en un período concreto y que siempre tengas la sensación de actualidad. Pero en ciertos momentos, a nivel personal, si hubiera agradecido un tiempo concreto.
Otra cosa que noté es que ciertas historias se separan demasiado en el tiempo, es decir, cada capítulo trata sobre unos personajes o situación que no queda resulta (estilo Canción de Hielo y Fuego para que me entendáis) y no es hasta ciertos capítulos que la acción de esos personajes continúa. Esto siempre ha sido así desde el primer libro, pero en este he notado un excesivo espacio con determinados personajes, como en el caso de Susana, Isabel y Alba, las tres sufren un ataque zombi en medio de las montañas en la casa rural dónde se establecieron, el episodio del ataque hace que te muerdas las uñas y sufras muy duro (no olvidemos que Susana esta embarazadísima) pues la historia se dilata hasta un punto en que pensé: ¿Oye y qué pasa con Susana y compañía? ¿Cuándo vamos a volver con ellas al tejado de su casa? Esto no solo me ocurrió con estos personajes, también con Juan Aranda y José.
Puedo entender que por la cantidad de personajes nuevos y la necesidad de explicar el nuevo orden de Barcelona, se espaciaran, pero en Hades Nebula, el anterior libro, también habían personajes nuevos y tramas que desarrollar y no tuve esa sensación de «pérdida del hilo», con esto me refiero a que en Aeternum en ocasiones al volver a determinados personajes tenía que hacer memoria de lo sucedido anteriormente por la cantidad de información y subtramas que había leído por medio.
Cabe mencionar dos cosas más, la primera es algo que se repite en todos los libros, la acción frenética en determinados momentos. Me encanta, me declaro muy fan de cómo el autor te mete en medio de una batalla campal en pos de la supervivencia. Esto está relacionado con el segundo aspecto y son los pasajes oníricos que sufren varios personajes con la aparición estelar de nuestro cura favorito. Debo reconocer que este rumbo que aparece en algunos capítulos no me atrajo tanto en un principio, porque suponía un bajón de ritmo importante, aunque el Padre Isidro siempre ha sabido como dar un toque de horror allá por dónde pasa, aunque sea el mismísimo Infierno.
En definitiva he disfrutado bastante la lectura, se añade algún personaje nuevo, he vuelto a reencontrarme con los viejos (♥), viví escenas absolutamente terroríficas y descubrí nuevas tramas que quedan por resolver. ¡Esto solo hace que ya tenga ganas de continuar con el siguiente libro!